lunes, 2 de febrero de 2015

La Chica Funambulista

"Mira la luna cada noche y me encontrarás"      



Todos la llamaban la chica funambulista, quizás porque convertía sus anhelos en suspiros y reteniendo el aire caminaba de puntillas por una cuerda floja suspendida en el aire...

Cada día, impulsada por una voluntad ajena, decidía cerrar los ojos y conteniendo sus sueños avanzaba entre tambaleos, con un rumbo fijo e inamovible, casi predestinado. Nadie podía intuir su soledad, ni siquiera eran capaces de ver las lágrimas que brotaban de sus ojos con cada paso, les resultaba difícil conocer el vacío que su corazón sentía o aquello que su silencio ocultaba. Pero ella, la equilibrista olvidada, se dejaba mecer por el viento que poco a poco la empujaba hacia delante, y en su camino, descubrió que por alguna extraña razón su mirada sólo podían dirigirse hacia el cielo infinito que tenía ante sí, y su cuerpo, entregado a la batalla de sostenerse en equilibrio y temeroso de la caída, había olvidado cualquier otra forma de movimiento. Ese era su secreto, era incapaz de mirar a su alrededor, tampoco podía volver al inicio de la cuerda, retroceder para encontrar aquella parte de su pasado que tanto anhelaba, y simplemente, avanzaba y avanzaba, olvidando todo aquello que fue, transformándose en oscuridad.

Y todo aquello que fue se encontraba al otro lado, en el comienzo de la cuerda, donde una figura permanecía inherente, tanto que sus pies parecían anclados al suelo como raíces. Sus manos, suspendidas en el aire, ansiaban encontrar refugio y su ojos, ocultos entre lágrimas, observaban desde la lejanía como la distancia poco a poco se convertía en insalvable. Lo cierto es que tenía vértigo, sus latidos se extraviaban entre ausencias, y su mente, entregada a coleccionar instantes, no conseguía reunir el valor suficiente para iniciar el camino, para superar sus límites y descubrir su propia manera de andar. Puede que su belleza fuera de otro mundo y que su sonrisa consiguiera iluminar el alma de cualquiera, pero tenía un defecto, tenía miedo, y no había otra realidad, una alternativa a sus carencias, una forma poética de apreciar toda la barbarie incontenida que brotaba de cada una de sus dudas. Sus dudas trazaban una frontera entre lo habido y por haber, y la resistencia era tan alta que no existía nada que consiguiese traspasarla, así que arrasó con su destino y decidió permanecer sin estar.

Dos cuerpos en un mismo escenario pugnando por encontrarse, y así, mientras uno sujetaba su existencia a un equilibrio que pendía de un suspiro, luchando por evitar las lágrimas de hilo azul que brotaban descontroladas de sus ojos, el otro deshilachaba su corazón en soledad, ansiando retener nuevos instantes en su retina y convirtiendo el tiempo en su mejor aliado. Los segundos transcurrían como un anochecer repentino en medio de la tormenta, la lluvia silenciaba las palabras que sus bocas vertían al aire, y su necesidad de calor transformaba su carencia en una vorágine de obsesión. Se echaban tanto de menos que no existía consuelo suficiente y la impotencia de saberse lejos les conducía a la desesperación, al encuentro programado, a la necesidad de iniciar el despegue tras el salto fallido al vacío, les incitaba a buscar alas con las que volar. Lo que no sabían es que para volar no hace falta tener alas, tan sólo hay que amar, escuchar en silencio el corazón y descubrir aquello que la ausencia nos muestra en la quietud, porque el amor se mide en latidos y no en minutos transcurridos, y su idioma sólo logran entenderlo aquellos que realmente enloquecen amando.

Y ella enloquecía,
y en la irónica calma del silencio,
llegó a su destino...

(the end... o... to be continued...)

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