jueves, 10 de septiembre de 2015

SIN PALABRAS...



Comunicación (del latín Communicatio-onis): 1. Acción y efecto de comunicar o comunicarse

YO SIEMPRE HABÍA CREÍDO EN EL PODER DE LA PALABRA...

Crecí en un entorno en el que el diálogo en igualdad, sin importar edad o condición, era un acto esencial de supervivencia. Siempre fui una niña con una capacidad innata y prematura para la argumentación, jugaba con las palabras siendo consciente del poder que éstas pueden otorgarte. Adoraba la confrontación dialéctica y convertía la intuición en mi principal aliada, encontrar oradores a mi altura era para mí todo un reto y cuando lo conseguía intentaba absorber toda la información posible, tenía ansias de conocimiento.

En mis años de universidad, la constante frustración que sentía consiguió que descubriese que una buena retórica convertía cualquier información en valiosa, pese a que todo ello no fuese más que un burdo intento por escapar del contenido. En definitiva, me enamoré del continente para evitar el contenido, lo cual resulta bastante lógico si tenemos en cuenta que decidí estudiar derecho. Cualquiera en su sano juicio hubiese hecho lo mismo y no pretendo ser irónica...

En mi primer juicio, tan solo unos meses después de terminar la carrera, estaba tan nerviosa que a duras penas era capaz de pensar con claridad. Recuerdo que había intentado ensayar mis conclusiones ante el espejo más de una vez y nunca había logrado terminar mi exposición, inconscientemente sabía que aquel documento a la hora de la verdad no me serviría para nada. Y así fue, en cuanto su señoría me dio la palabra, todo mi nerviosismo se convirtió en motivación y todos los años de argumentación “casera” se trasformaron en mi profesión. Pensé que aquello podría engancharme, si bien, pronto empecé a confrontar mi amor por la palabra con el concepto de justicia y finalmente mis principios ganaron la batalla. Pese a ello, seguí creyendo en su fuerza, supongo que siempre tuve un corazón idealista y pensaba que la mejor forma de cambiar el mundo y combatir la represión, era mediante el dialogo.

Transcurridos unos años y ya con cierta experiencia profesional, me embarqué en un viaje increíble y me convertí en mediadora. Descubrí que podía utilizar todas mis capacidades para ayudar al prójimo, para fomentar la comunicación, para crear un espacio libre de expresión basado en la tolerancia y el respeto. Fue tan increíble que durante un tiempo tuve un chute de poder, no lo voy a negar, pero tras un duro retorno a la realidad, fui brutalmente consciente de toda la mentira y la manipulación a la que está sometida el ser humano cada día. Somos nuestros peores enemigos y también nuestros únicos aliados...

Ahora, después de todo lo vivido y todo lo aprendido, he comprendido que la mayoría de seres humanos no quieren escuchar y por desgracia, las palabras no pueden alcanzar a aquellos que prefieren eludir la realidad. Ya les alcanzará la realidad algún día... cada uno que elija en qué bando quiere estar...

Yo de momento, permanezco en silencio...





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